Vigilado

8:25 El mochuelo abandona el nido: RH se dirige a la boca de metro (L7).

8:30 Tomo su mismo tren, sentido centro. No se percata de mi presencia (aunque el no quitarme las gafas de sol bajo tierra podría darme un aspecto sospechoso, hay otros jóvenes que también las llevan puestas, lo que me hace pasar desapercibido).

8:46 Transbordo a L10

8:52 Salimos a la superficie en el barrio de Justicia, le sigo a unos 30 metros de distancia.

9:02 RH entra en el edificio de su oficina. Hago guardia en la puerta, y conecto mi móvil: la semana pasada hackee su ordenador y puedo ver y oír a través de su webcam. («Ponte en el lugar de quien decide«, me recomendaron… y lo tomé al pié de la letra).

12:00 Hasta esta hora no sucede nada destacable en toda la mañana.

12:03 Al fin, el sujeto comienza a tratar los expedientes de dos jugosos contratos internacionales, y sus posiciones asociadas: para uno de ellos se necesita un ingeniero con nivel alto de inglés y disponibilidad para la expatriación. La ventana del despacho de RH está entreabierta, y los efluvios de esta información se escapan y se dispersan en el ambiente.

13:35 RH sale del edificio, se dirige a almorzar. Le sigo hacia la cafetería de siempre, pero me percato de que no voy yo sólo tras la presa: han aparecido más olfateadores.

13:41 Es evidente que RH se ha dado cuenta también de que le seguimos de cerca: acelera el paso, mira de vez en cuando sobre su hombro, y se desvía de la ruta habitual.

13:45 Los hechos se recipitan: RH gira la esquina, y queda paralizado por el terror al comprobar que se ha metido en un fondo de saco. En ese momento nos miramos cara a cara: RH comprende perfectamente por qué lo sigo. En mis oidos resuenan las palabras del último headhunter con el que me entrevisté… «hay que ser proactivos en la búsqueda»
Al poco van entrando también al callejón los que venían a la zaga. El primero de ellos trae los ojos inyectados en sangre, y el segundo aúlla como un licántropo… RH pide auxilio, pero siguen llegando otros candidatos sedientos.
Yo esgrimo ambas titulaciones, una en cada mano, y entre los dientes llevo mi experiencia, pero evidentemente mis contrincantes no van desarmados, y parecen duros: MBA por el IESE el uno, doctorado el otro, tres años de experiencia en Irlanda el tercero… los sablazos empiezan a llover en todas las direcciones. Tras unos pocos pero larguísimos minutos de lucha, el caos cesa de repente: en el suelo yace RH, sobre un charco de sangre, una accidental víctima colateral… este desenlace nos deja a todos sin opción al puesto por el que veníamos.

_»Nos volveremos a ver… sólo puede quedar uno», amenaza el doctor antes de huír.
_»Ojalá te destinen a Afganistán», contesto yo.

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